Más Allá de lo Académico
Es imposible no irse percatando, a medida que crecemos, de nuestras carencias. Quizás para algunos lo que nos es difícil entender es que no es nuestra culpa, sino más bien que nuestro sistema está--y siempre ha estado--roto en varios ejes.
El cliché es que la educación escolar nos enseña materias que "no sirven para nada" una vez que salimos de la escuela. Creo que ese es un extremo equivocado. La escuela nos enseña, a través de materias determinadas, a tener disciplina y responsabilidad, y a cumplir con un horario (aunque más adelante no sea nuestro horario de preferencia). También nos enseña las materias en sí que, en teoría, se aplicarán--hasta cierto grado--en la vida de adulto: las matemáticas, la lectura comprensiva, la informática, etc.
No vamos a debatir si la trigonometría, la historia mundial, o la literatura clásica son esenciales para la vida después de la escuela. A cada uno le sirve cada materia según la medida en que las aproveche, y según la medida en que estas se apliquen a su carrera. El debate que deseo abrir hoy es el otro lado de la educación que la escuela no te brinda: la técnica, la práctica, más que nada la conectada con lo personal y lo cotidiano.
Cuando entramos al sistema, no es evidente para nosotros cuán estrecho es el camino trazado desde nuestros primeros pasos en pre-escolar, hasta nuestra graduación de sexto año (o si somos suertudos, de la universidad). Como estudiantes, no tenemos la experiencia, ni la guía correcta, para entender que no todo en la vida es académico. No tendemos a escuchar a nuestros mayores decir "puedes formarte en plomería, o de electricista, o de técnico de sonido". En la escuela ideal, todos los niños son futuros doctores, científicos, abogados, arquitectos, ingenieros, o dueños de empresas. Después de todo, tus opciones de bachiller son: ciencias, o letras.
Este camino ignora una gama de profesiones más mecánicas, más técnicas y más creativas, que irónicamente forman una gran parte de la realidad. No todos nacimos para ser jefe, o para cursar ocho años de carrera de medicina. ¿Y qué haríamos sin el plomero, sin la que cuida a los niños en el maternal, o sin el técnico que nos arregla la computadora? No solo ignoramos profesiones nobles de las que dependemos, sino que nuestro sistema educativo no nos enseña a ser funcionales e independientes--como si tuviéramos un miedo a ensuciarnos las manos, a "degradarnos", por adquirir habilidades útiles.
¿Qué pasaría si se implementara, por ejemplo, educación alimenticia en todas las escuelas del país? Y con esto me refiero a un plan integral: jardinería y agricultura en primaria, cocina en pre-media, y nutrición en secundaria. Los niños aprenderían desde pequeños a sembrar sus propios alimentos, para ser capaces de cultivar en casa. Todos--niños y niñas--aprenderían cocina. De un solo paso superarían la idea de que los hombres no cocinan--algo que no ayuda ni a las mujeres, ni a los hombres. Al tomar nutrición, una materia científica, práctica, y de salud, cerrarían el ciclo que iniciaron de pequeños cultivando afuera.
Hablando de salud, nos quedamos cortos. Nuestros estudiantes no aprenden educación emocional--ni siquiera se les dan las herramientas para manejar sus propias emociones-- ni las de casa, ni las que provienen del estrés académico. Por supuesto, mucho menos son capaces de relacionarse con otros de manera saludable, a menos que en su hogar tengan la suerte de vivir con relaciones sanas, y lo absorban (para la mayoría, este no es el caso). Ni hablar de la educación sexual, que se ha tratado como un tema tabú, y cuyo pobre estado ha provocado enfermedades, embarazos no deseados, y la continua propagación de una población ignorante.
En mi escuela no se daba educación para el hogar, ni contabilidad, pero entiendo que muchas escuelas en Panamá sí las ofrecen. Mi duda es-- ¿cómo tenemos a tantos panameños egresados del sistema público sin saber abrir una cuenta de banco, ni pagar impuestos, ni negociar un contrato de trabajo? Las funciones de manejar un hogar-- desde limpieza y cocina, compras, manejo del dinero, hasta crianza y educación sexual-- se han asignado a los padres, que muchas veces son incapaces de enseñar, ni con pedagogía ni a través de su ejemplo, o que "enseñan" a través de su propio filtro ideológico, religioso, o sexista.
No es del todo su culpa: una madre soltera, que trabaja todo el día para llevar el pan a su casa y pagar el colegio de sus hijos, no se da el tiempo para además ser maestra cuando llega a casa. Dicen que toma una aldea para criar a un niño. ¿No es responsabilidad de la comunidad, de la sociedad, del gobierno, rellenar las carencias que se hacen evidentes en el estudiante panameño promedio? Solo conocemos el resultado actual: madres adolescentes de varios hijos, relegadas a ama de casa, sin acceso a, ni conocimiento de, métodos anticonceptivos, y sin capacidad de romper el ciclo ni aunque quisieran.
Ni mencionar la educación artística, que he estado postergando porque es un caso, para mí, muerto y crucificado. Incluso en las escuelas privadas más prestigiosas de este país, soy testigo, la falta y el mal manejo de recursos para todas las materias artísticas es solo uno de los síntomas de lo desconectados que estamos hoy día de la necesidad que es el arte.
Para los maestros de materias académicas, los artistas y profesores de arte son aparte, son otro, son extraños, y cuando llegan oportunidades de utilizar el arte en proyectos académicos, se permite, con recelo y miedo--siempre enfatizando que es un extra. Tu tía te dice a los 10 años: "qué lindo cantas esa canción", pero ay de que le digas que vas a estudiar música. El arte es una actividad extracurricular, y jamás se le ascribe el mismo valor que las materias académicas.
A riesgo de utilizar otro cliché, los artistas nos rodean, y nos dan razones para trabajar, para seguir, y para vivir. ¿Quién en esta cuarentena no ha disfrutado de conciertos y obras de teatro gratis, videos de baile, su música favorita por Spotify, museos virtuales? No todos somos virtuosos, y no todos somos cultos apasionados por todas las artes. Pero es imposible para un humano no tener afición por alguna. Es nuestra manera elevada de expresarnos, de comunicarnos, y de entendernos.
No hace falta mencionar que muchos artistas tienen trabajos exitosos. En Panamá, artistas han pasado a ser figuras reconocidas, o a tener trabajos más cotidianos de su arte-- venden mercancía, componen jingles, dibujan caricaturas para el periódico, diseñan logos, animan eventos, entre innumerables otras profesiones. Podemos argumentar durante toda una noche a favor de la necesidad del arte en la vida, pero lo cierto es que simplemente nuestra educación artística da pena.
Mi objeto, al apuntar hacia las fallas de la filosofía que ha gobernado nuestro sistema educativo, es incentivar un cambio. Diversificar materias y alentar a los estudiantes, desde pequeños, a explorar todas sus opciones disponibles, es ganancia para todas las partes. Los trabajos que hoy en día consideramos "exitosos" o "white-collar" serían menos competitivos, y solo los perseguirían los estudiantes que realmente aspiran a ellos. Se inyectaría el mercado de trabajos que consideramos clase media, o "blue-collar".
En fin, poco a poco iríamos rellenando las carencias educativas, y formando una sociedad más balanceada. Al menos respecto a la educación, descubrimientos diarios cada día dejan en evidencia que la diversidad de conocimientos no nos resta ni nos degrada; solo nos fortalece. Una re-educación iría de la mano con una re-valoración de los trabajos que hoy en día vemos como menos. Estos son los trabajos que mantienen a las ciudades funcionando, que permiten que haya los maravillosos puestos a los que tanto aspiramos, y que mantienen los engranajes de la sociedad girando.
El cliché es que la educación escolar nos enseña materias que "no sirven para nada" una vez que salimos de la escuela. Creo que ese es un extremo equivocado. La escuela nos enseña, a través de materias determinadas, a tener disciplina y responsabilidad, y a cumplir con un horario (aunque más adelante no sea nuestro horario de preferencia). También nos enseña las materias en sí que, en teoría, se aplicarán--hasta cierto grado--en la vida de adulto: las matemáticas, la lectura comprensiva, la informática, etc.
No vamos a debatir si la trigonometría, la historia mundial, o la literatura clásica son esenciales para la vida después de la escuela. A cada uno le sirve cada materia según la medida en que las aproveche, y según la medida en que estas se apliquen a su carrera. El debate que deseo abrir hoy es el otro lado de la educación que la escuela no te brinda: la técnica, la práctica, más que nada la conectada con lo personal y lo cotidiano.
Cuando entramos al sistema, no es evidente para nosotros cuán estrecho es el camino trazado desde nuestros primeros pasos en pre-escolar, hasta nuestra graduación de sexto año (o si somos suertudos, de la universidad). Como estudiantes, no tenemos la experiencia, ni la guía correcta, para entender que no todo en la vida es académico. No tendemos a escuchar a nuestros mayores decir "puedes formarte en plomería, o de electricista, o de técnico de sonido". En la escuela ideal, todos los niños son futuros doctores, científicos, abogados, arquitectos, ingenieros, o dueños de empresas. Después de todo, tus opciones de bachiller son: ciencias, o letras.
Este camino ignora una gama de profesiones más mecánicas, más técnicas y más creativas, que irónicamente forman una gran parte de la realidad. No todos nacimos para ser jefe, o para cursar ocho años de carrera de medicina. ¿Y qué haríamos sin el plomero, sin la que cuida a los niños en el maternal, o sin el técnico que nos arregla la computadora? No solo ignoramos profesiones nobles de las que dependemos, sino que nuestro sistema educativo no nos enseña a ser funcionales e independientes--como si tuviéramos un miedo a ensuciarnos las manos, a "degradarnos", por adquirir habilidades útiles.
¿Qué pasaría si se implementara, por ejemplo, educación alimenticia en todas las escuelas del país? Y con esto me refiero a un plan integral: jardinería y agricultura en primaria, cocina en pre-media, y nutrición en secundaria. Los niños aprenderían desde pequeños a sembrar sus propios alimentos, para ser capaces de cultivar en casa. Todos--niños y niñas--aprenderían cocina. De un solo paso superarían la idea de que los hombres no cocinan--algo que no ayuda ni a las mujeres, ni a los hombres. Al tomar nutrición, una materia científica, práctica, y de salud, cerrarían el ciclo que iniciaron de pequeños cultivando afuera.
Hablando de salud, nos quedamos cortos. Nuestros estudiantes no aprenden educación emocional--ni siquiera se les dan las herramientas para manejar sus propias emociones-- ni las de casa, ni las que provienen del estrés académico. Por supuesto, mucho menos son capaces de relacionarse con otros de manera saludable, a menos que en su hogar tengan la suerte de vivir con relaciones sanas, y lo absorban (para la mayoría, este no es el caso). Ni hablar de la educación sexual, que se ha tratado como un tema tabú, y cuyo pobre estado ha provocado enfermedades, embarazos no deseados, y la continua propagación de una población ignorante.
En mi escuela no se daba educación para el hogar, ni contabilidad, pero entiendo que muchas escuelas en Panamá sí las ofrecen. Mi duda es-- ¿cómo tenemos a tantos panameños egresados del sistema público sin saber abrir una cuenta de banco, ni pagar impuestos, ni negociar un contrato de trabajo? Las funciones de manejar un hogar-- desde limpieza y cocina, compras, manejo del dinero, hasta crianza y educación sexual-- se han asignado a los padres, que muchas veces son incapaces de enseñar, ni con pedagogía ni a través de su ejemplo, o que "enseñan" a través de su propio filtro ideológico, religioso, o sexista.
No es del todo su culpa: una madre soltera, que trabaja todo el día para llevar el pan a su casa y pagar el colegio de sus hijos, no se da el tiempo para además ser maestra cuando llega a casa. Dicen que toma una aldea para criar a un niño. ¿No es responsabilidad de la comunidad, de la sociedad, del gobierno, rellenar las carencias que se hacen evidentes en el estudiante panameño promedio? Solo conocemos el resultado actual: madres adolescentes de varios hijos, relegadas a ama de casa, sin acceso a, ni conocimiento de, métodos anticonceptivos, y sin capacidad de romper el ciclo ni aunque quisieran.
Ni mencionar la educación artística, que he estado postergando porque es un caso, para mí, muerto y crucificado. Incluso en las escuelas privadas más prestigiosas de este país, soy testigo, la falta y el mal manejo de recursos para todas las materias artísticas es solo uno de los síntomas de lo desconectados que estamos hoy día de la necesidad que es el arte.
Para los maestros de materias académicas, los artistas y profesores de arte son aparte, son otro, son extraños, y cuando llegan oportunidades de utilizar el arte en proyectos académicos, se permite, con recelo y miedo--siempre enfatizando que es un extra. Tu tía te dice a los 10 años: "qué lindo cantas esa canción", pero ay de que le digas que vas a estudiar música. El arte es una actividad extracurricular, y jamás se le ascribe el mismo valor que las materias académicas.
A riesgo de utilizar otro cliché, los artistas nos rodean, y nos dan razones para trabajar, para seguir, y para vivir. ¿Quién en esta cuarentena no ha disfrutado de conciertos y obras de teatro gratis, videos de baile, su música favorita por Spotify, museos virtuales? No todos somos virtuosos, y no todos somos cultos apasionados por todas las artes. Pero es imposible para un humano no tener afición por alguna. Es nuestra manera elevada de expresarnos, de comunicarnos, y de entendernos.
No hace falta mencionar que muchos artistas tienen trabajos exitosos. En Panamá, artistas han pasado a ser figuras reconocidas, o a tener trabajos más cotidianos de su arte-- venden mercancía, componen jingles, dibujan caricaturas para el periódico, diseñan logos, animan eventos, entre innumerables otras profesiones. Podemos argumentar durante toda una noche a favor de la necesidad del arte en la vida, pero lo cierto es que simplemente nuestra educación artística da pena.
Mi objeto, al apuntar hacia las fallas de la filosofía que ha gobernado nuestro sistema educativo, es incentivar un cambio. Diversificar materias y alentar a los estudiantes, desde pequeños, a explorar todas sus opciones disponibles, es ganancia para todas las partes. Los trabajos que hoy en día consideramos "exitosos" o "white-collar" serían menos competitivos, y solo los perseguirían los estudiantes que realmente aspiran a ellos. Se inyectaría el mercado de trabajos que consideramos clase media, o "blue-collar".
En fin, poco a poco iríamos rellenando las carencias educativas, y formando una sociedad más balanceada. Al menos respecto a la educación, descubrimientos diarios cada día dejan en evidencia que la diversidad de conocimientos no nos resta ni nos degrada; solo nos fortalece. Una re-educación iría de la mano con una re-valoración de los trabajos que hoy en día vemos como menos. Estos son los trabajos que mantienen a las ciudades funcionando, que permiten que haya los maravillosos puestos a los que tanto aspiramos, y que mantienen los engranajes de la sociedad girando.
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